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martes, 22 de octubre de 2013

La gurú del tocado




  • Brian Ferry le dedicó su disco de 2010 Olympia to Isabella.
  • La firma de maquillaje MAC llamó Blow a uno de sus pintalabios


La altura del moño de Amy Winehouse variaba en cada una de sus actuaciones. Hacía crecer el peinado si estaba histérica y lo achataba si tenía un buen día. Se podría decir casi lo mismo de los looks de Isabella Blow (Inglaterra 1958-2007) - estilista y editora de la revista TATLER- los cuales reflejaban su inseguridad. Cuanto más extravagante era su vestimenta más inestable y creativa se encontraba. Investigadora de talentos, convirtió las manchas de carmín rojo de su dentadura en una seña de imperfección encantadora. Entre los alumbramientos mediáticos que propició se encuentran los nombres de Alexander  McQueen, Philip Treacy o Hussein Chalayan y modelos como Sophie Dahl o Stella Tenant. Con McQueen, le unía una relación de madre e hijo. Le descubrió cuando éste aún estaba en el college, padecía las redondeces de la post adolescencia y vestía camisas XXL. 

Alexander McQueen: del frío college inglés al bronceado americano


La que fuera mano derecha de Anna Wintour -en Vogue América- durante los primeros años de la década de los ochenta, se elevó a la categoría de arcángel la tarde del 6 de mayo de 2007, fecha en que se suicidó. La depresión en la que se encontraba sumida le provocaba un sentimiento de soledad muy pronunciado. Por eso su viudo –y segundo marido- Detmar Blow confesó que Isabella se intentó suicidar hasta siete veces. La inadaptación emocional de Issie, como cariñosamente era conocida entre sus amigos, quizá le provocaba ser más arriesgada en la elaboración de sus looks a modo de auto defensa.


Tenesbrismo entre costuras

Utilizando un término del entorno pictórico, a Blow se le podría considerar una tenebrista. Si trasladamos al fashion system las creencias de este grupo (basadas en el contraste violento de luces y sombras) es justo decir que impulsaba a diario su autenticidad mediante un desequilibrio emocional propio de los genios. No había vestido, zapatos o tocado que se le resistiera. Precisamente, estos últimos, le otorgaron la capacidad de distanciarse de aquellas personas con las que no se quería relacionar. Básicamente, porque la barrera del tocado se convirtió en el impedimento perfecto para saludarse con contacto físico solo con quien ella quería.
Isabella poseía la capacidad de llevar prendas grandiosas sin que le eclipsaran. Es una de las pocas personas que ha sabido engrandecerse y dignificarse con atuendos que, sobre otros cuerpos, acelerarían el ridículo. Forman parte del recuerdo de todos los que trabajaron con ella las capas, las chaquetas y sus famosas minifaldas; aquellas que llevaba durante la época de asistente para Wintour tal y como declaró la editora de Vogue el día del funeral de su amiga.


El estilo de la transgresión
Para poder entender el presente, hay que remontarse al pasado. Antes que Lady Gaga lo hiciera, Isabella ya utilizó una langosta de pedrería como complemento. Exactamente, se la puso como collar y la combinó con un tocado de corte futurista de su amigo Tracey. Es un hecho que Gaga no existiría sin Madonna, pero tampoco se puede obviar  la influencia que Blow ha tenido sobre este nuevo icono gay y feminista.



Moluscos y pedrería. Imagen de Blow en 1998 y de Lady Gaga en 2010



Crochet, ese tejido atemporal. En versión dark para Isabella y en versión goldie para Gaga



La jugada más inteligente de la intérprete de Bad Romance es aprovecharse de la poca memoria de la sociedad. De tal forma, que lo icónico se lo toma prestado a Madonna –del bustier picudo al sujetador 'lanza fuego'- y lo extravagante procura rescatarlo de Isabella Blow –como los bordados en forma de máscara y su sonrisa acentuando los dientes de conejo-. Sin embargo, para la estética innovadora y vanguardista prefiere fijarse en artistas como la francesa Orlan, quien demandó a Gaga por plagio a propósito de todo el universo creado para su álbum Born this way y en especial por la estética del videoclip que da nombre al disco. Hay más. El traje de filetes de carne roja que lució para los premios MTV de 2010, está referenciado en una del año 1987 cuya autoría pertenece a la canadiense Jana Sterbak. 


Proteína y plagio en estado puro

Por eso, no era de extrañar que tarde o temprano la 'abuela de la performance', Marina Abramovic, y Lady Gaga se unieran en algún proyecto; en este caso, de vídeo. La pieza ha consistido en que Gaga se desnudase para recaudar fondos destinados a la fundación de Abramovic. Los 40 años de diferencia que las separan ha sido un detalle sin importancia. Porque el arte, al igual que el amor, no entiende de edades.


Gagamovic, the performance

Para Daphne Guinnes, nieta del inventor de la cerveza del mismo nombre, Blow fue el pasaporte para abandonar la mediocridad. Millonaria e involucrada en numerosas causas filantrópicas –como la Fashion Relief, de Naomi Campbell- no destacaba por sus looks, precisamente. Guinnes era la típica inglesa mona, de piel blanca, cabello rubio y ojos azules. La querencia hacia la exquisitez desobediente –no vestirse igual que la masa es un reto- le condujo por la vereda que siguió Blow a partir de los años 90: si la moda se convierte en tu vida, vívela con el corazón. Por eso, en la primera década del 2000, la mutación de su peinado y el endurecimiento de sus brazos y muslos fue el pasaporte para convertirse en un maniquí de haute couture con menos de 1,70 de estatura. Su cabello, por temporadas, parece un tejón o una jineta; especialmente, cuando se hace un moño estilo ‘novia de Frankestein’. Y para seguir con las referencias animales, Daphne -junto con Lady Gaga- ha sido una de las grandes embajadoras de los 'zapatos armadillo' (a veces con chunky heel incluido) y de los outlandish shoes, que tienen el tacón debajo de los dedos y el talón está suspendido en el aire (tanto en las versiones de Alexander McQueen como de Noritaka Tatehana).



La transformación de Daphne Guinnes es como la de un Pokémon

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Al igual que Isabella, Guinness se aficionó a las prendas de McQueen. Aquí, con total look de la firma


Los outlandish shoes de Lady Gaga. A la derecha, Noritaka Tatehana

En palabras de la diseñadora Donna Karan, Isabella Blow era “fuerte, apasionada y realmente quería a la moda”. Sus ojos tristes se complementaban con una boca que la mayor parte del tiempo estaba sonriendo mientras hablaba sin tapujos de su enfermedad ante los medios de comunicación. Asumiendo la tristeza que provoca no tener los suficientes recursos para afrontar su socavón emocional declaró: “Cuando uno está enfermo, no sabe que está muy solo. Nunca he tomado drogas, pero si me he medicado”. Blow, como fuente inagotable de genialidad, fue la inspiración para la exposición que Philip Treacy llevó a cabo en 2003. Cinco años más tarde, en 2008, sería su 'hijo' Alexander McQueen quien le dedicase la colección de primavera - cuando apenas se había cumplido un año de su muerte- bajo el nombre de La Dame Bleu.



Issie  con su otro 'hijo' Philip Tracey


Los protegidos ,McQueen y Tracey, juntos en el desfile homenaje a Blow




Blow's crew: Isabella con Andy Warhol, Mario Testino, Brian Ferry y un jovencísimo Rupert Everett


A partir de aquí, se podría analizar la utilización de términos como fashionista, trendsetter o coolhunter. De estar a la última, ser icono de estilo y convertirse en cazadora de tendencias hay un trecho. Pero esto se puede explicar con círculos concéntricos: el coolhunter puede ser trendsetter y fashionista pero no puede ocurrir de manera inversa. ¿Por qué se sobrevalora a una celebritie cuyo único mérito es ponerse una prenda de temporada recomendada por su estilista? Si la proeza está en vestir una falda de tartán, ponerse el pelo grasiento como en la última campaña de Prada y hacerse un selfie (autorretrato) para Instagram que resuciten a Diana Vreeland y se lo expliquen si se atreven.

El tipo de moda que le emocionaba a Issie tenía componentes carnales. No se trataba de gastar dinero a lo loco, sino de encontrar un outfit favorecedor y estudiado con un propósito claro: coexistir con las prendas. “Hay que tener un poco de fantasía para alentar a gente como nosotros. Se trata de una cuestión de sentimientos y de amor”. 










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